Sala 2

Hoy hay doscientos Jusseines, cuatro mil Berlinés
olimpiadas, exhibiciones, ciencia, sangre, mítines.
No obstante
las ollas aún se cuecen
el mundo no ha cambiado, el fuego aún arde.
(Ollas de Egipto – Dobleache)

La falta de empatía y los desastres que trajo la primera guerra mundial, entre otras cosas, motivaron al historiador de arte alemán Aby Warburg en 1919 a construir a través de un cúmulo de imágenes, un ejercicio ontológico que invita a un devenir ante la imagen, a través de una red de relaciones nunca definidas. La pieza llamada Atlas Mnemosyne, este conjunto de collages sin explicación ni texto, quedó inconcluso a la muerte de Warburg en 1924 y no fue publicado sino hasta 2010. Antes de los estudios contemporáneos de la imagen, no existió un interés en ello. Podría decirse que Warburg estaba más que adelantado a su tiempo. Surgen entonces varias preguntas: ¿Cuánto ha cambiado el mundo en los últimos 10 años? ¿Qué tanto en el último siglo? ¿Cómo ha evolucionado la imagen y la forma en la que observamos a través del tiempo?

Previo a la historia escrita, la humanidad ya generaba imágenes. La existencia de pinturas rupestres en distintas partes del mundo demuestra lo humano de la representación abstracta y el uso de símbolos. Durante varios siglos se hablaba de las imágenes como simples imitaciones de la realidad. Por siglos la humanidad continuó en la caverna de Platón, observando a través de un reflejo  Con el nacimiento de la fotografía las entendimos como una forma de detener el tiempo, a la vez que comenzamos a cuestionarnos sobre las posibilidades de éstas. La fotografía fue la manzana de la discordia sobre las propiedades y posibilidades de lo gráfico, lo visual. Fue este conflicto lo que detonó las posibilidades no sólo técnicas, sino discursivas de la imagen. Dejamos de verla como una simple representación.

Aparecieron entonces los cuestionamientos hacia ese tercer personaje: el espectador es quien se encuentra ante la imagen, quien definirá su experiencia y al que esta imagen podrá o no afectar. La imagen refleja sus generic avanafil in australia taliban gain soft propiedades y nos dota de una singularidad, nos fabrica (en palabras de Jose Luis Brea). Nos obliga a tomar una decisión, a la que Didi Huberman atribuye una dualidad Kantiana: saber S̶̷I̶̷N̶̷ ̶̷V̶̷E̶̷R̶̷ ̶̷  ver S̶̷I̶̷N̶̷ ̶̷S̶̷A̶̷B̶̷E̶̷R̶̷

Si elegimos saber, habremos eliminado las posibilidades ontológicas. Saber sin ver es reinventar el objeto a nuestra propia imagen, asignarle una posibilidad semántica y estatizarlo como objeto singularísimo, como tiempo congelado y testigo de éste.

Si elegimos ver sin saber, decidimos abandonar el hermetismo de nuestra armadura cultural, emocional y epistémica. El sujeto cerrado y completo sufrirá un desgarro, su saber y su espíritu no se mantendrán intactos ante este universo cuya ventana se abre. Una discordia que nos llevará una y otra vez a conflictuarnos. Un devenir con-el-conflicto.

¿Y si más allá de un desgarre, una imagen nos destruyera totalmente como seres humanos?

 

 

Fotografía

 

Gráfica