Benjamín Armijo
Durante mucho tiempo hemos tenido la suposición de nacer masculinos, que la virilidad se nos otorga de manera innata y a lo largo de nuestra vida nos toca demostrarla, a través de acciones concretas designadas por nuestra sociedad para lo que entiende como hombres, como jugar futbol, reparar objetos, etcétera. También se nos aleja de todo aquello que se considera femenino, cocinar, maquillar, bordar, etcétera.
Del bordado conocemos que en su origen estaba asignado para que toda mujer lo realizara en casa, desde el inicio de su vida se les concebía como una educación, posteriormente paso a los talleres y en la actualidad se le llega a considerar una manifestación artística , aún ligada a la feminidad. Incluso en la actualidad muchas mujeres niegan este aprendizaje a las personas que identifican como masculinas.
Estas fotografías buscan el retrato de aquello, que el ojo de esta sociedad sigue considerando masculino y mediante la intervención con hilos (bordado), de manera visual muestra cómo tanto la técnica, que se sigue considerando principalmente femenina, como la imagen de lo masculino, se pueden atrapar en una sola pieza y convivir.
Finalmente la pieza se encuentra dividida, representado la fragilidad que tiene el viejo concepto de masculinidad y en el bordado los patrones no acaban de ser perfectos o carecen de completa continuidad, mostrando la reticencia del lado femenino a soltar la técnica hacia otras identidades.
Dejar un comentario